1. Preparemos nuestro altarcito familiar. En el momento más oportuno, HOY O MAÑANA, nos reunimos en familia para celebrar EL DÍA DEL SEÑOR.
2. Podemos comenzar CANTÁNDOLE A MARÍA, "la MADRE DE TODOS" la siguiente canción
3. Vemos ahora el siguiente video y conversamos sobre lo que nos dice a cada uno...
Puede leerse
la siguiente reflexión:
El evangelio de Mateo, hoy, nos sitúa en el corazón de las
polémicas que Jesús mantiene con los dirigentes en Jerusalén y
que los evangelistas sitúan al final de su vida, precediendo a la
pasión.
Esta vez querían comprometerlo a fondo con las
autoridades romanas, que vigilaban ferozmente cualquier
movimiento social o político para castigar cualquier rebeldía.
Oponerse al César, incluso en nombre de Dios, era ir contra la
«paz romana», uno de los mitos de la época. Los espías
pretenden halagarlo, pero en el punto de mira está el prefecto
romano Poncio Pilato, que era un gobernante de una crueldad
sin miramientos, vengativa y arbitraria. Los judíos lo odiaban
porque había introducido en Jerusalén bustos e insignias del
César, además de haber usado el dinero sagrado del templo
para construir un acueducto que llevara el agua a Jerusalén.
Las autoridades de la ciudad santa mandan contra Jesús a sus
espías para poder deshacerse de este “profeta galileo” que anuncia el Reino de Dios, pero que no
coincide con el reino de Roma, ni con el concepto que tienen del mismo algunos partidarios de la
revolución contra Roma; en ello Jesús podría estar de acuerdo. Pero las concepciones, entre uno y
otros, son muy distintas.
Es verdad que Jesús parecía estar en un callejón sin salida: frente a Poncio
Pilato, frente a las autoridades, frente a los revolucionarios nacionalistas, frente a todos. No obstante,
él la encontró; la encontró recurriendo a las dignidad humana que Dios ha puesto en el corazón de
toda persona como imagen suya. Los espías, con su trampa, van a caer en su propia trampa, porque
llevan en sus manos el “denario” con la efigie de Tiberio… pero Jesús no lleva nada sobre sí.
Solamente tiene su palabra y la fuerza de la sabiduría del reinado de Dios. Cuando es preguntado, intencionadamente pide la moneda del
tributo con la efigie del César y responde: la moneda hay que
dársela al emperador; ¿por qué? Porque es el dinero, y el
dinero es lo más sucio de este mundo. Los que acuñan
moneda tienen poder y por el dinero dominan a los hombres.
Entonces, ¿hay que someterse a él? ¡Ni hablar! Por eso añade
con una intencionalidad manifiesta: «y a Dios lo que es de
Dios».
El dinero no es de Dios, sino que de Dios somos
nosotros mismos, y por lo mismo nosotros solamente
debemos estar sometidos a Dios. Ya San Agustín, que
afirmaba: “El César busca su imagen, dénsela. Dios busca la
suya: devuélvansela. No pierda el César su moneda por
ustedes; no pierda Dios la suya en ustedes”.
La trampa la
resuelve Jesús, no solamente con inteligencia, sino con
sabiduría, donde salta por los aires la legalidad con la que
pretenden acusarlo en su caso. La respuesta de Jesús no es
evasiva, sino profética; porque a trampas legales no valen más
que respuestas proféticas. El pago de los impuestos es socialmente necesario; el corazón, no obstante,
lleva la imagen de Dios donde el hombre recobra toda su dignidad, aunque pierda el “dinero” o la
imagen del césar de turno que no valen nada.
Aquí Jesús responde con una afirmación liberadora que solamente pueden captar los que no están
cegados por el poder, el dinero, el odio y la injusticia.
Quizás la mejor ilustración a todo ello la
tengamos en San Ireneo, en esa expresión, que es paradigma de muchas radicalidades humanas y
divinas: «La gloria de Dios es el hombre viviente; la vida del hombre es la visión de Dios». Todo esto
quiere decir que el evangelio de Jesucristo implica, en una simultaneidad inconfundible, que de la
misma manera que nos descubre al Dios viviente, nos descubre a la vez, y no por otro camino, al
hombre viviente. Podemos usar los bienes de este mundo con eficacia, pero lo que no podemos hacer
es vender nuestra vida al mejor postor. Al "césar" de turno podemos darle el dinero, o los impuestos,
pero nuestra libertad nadie nos la podrá arrebatar.
4. Podemos escuchar las LECTURAS DE LA PALABRA DE DIOS y el COMENTARIO DEL P. Justino en esta grabación, o bien MAÑANA unirnos espiritualmente a la CELEBRACIÓN DE LA MISA EN NUESTRA COMUNIDAD (a la noche les enviamos el VIDEO...)
5. De Oraciones a la Virgen del Cardenal Pironio
Madrecita del cielo: Madre de Dios y Madre mía. ¡Cómo me gusta llamarte así!
Como llamo a mi mamá todos los días. Con la misma sencillez, con la misma seguridad,
Con el mismo cariño.
¡Qué lindas las palabras de Jesús cuando te dijo: ¡"Aquí tienes a tu hijo"!
Ese hijo era Juan, el amigo predilecto, y era también yo. Y mi compañero de escuela,
y los chicos de mi barrio, y todos los hombres del mundo.
y los chicos de mi barrio, y todos los hombres del mundo.
¡Qué lástima que muchos no lo saben! Y qué pena que a veces olvidamos lo que Jesús nos dijo: ¡"Aquí tienes a tu Madre"!
Hoy te rezo con más confianza que nunca. Es el día de tu Fiesta y también la fiesta de la madre. Quiero agradecerte que seas mi Madre, que me acompañes y cuides, que me sostengas y formes.
¡Ya sabes cómo te necesito! Me siento a veces tan pobre que sólo la seguridad de tu cariño
me tranquiliza. ¡No me dejes Madre mía!
Yo quiero tener siempre la sencillez y la alegría de los niños.
Te pido por mamá, hoy que es su día. Dios la hizo tan buena que juntó en su corazón
la ternura de todas las cosas. Cuando quiero pensar que Dios me ama, yo me fijo en el amor que ella me tiene.
Yo sé que ella sufre por nosotros. Lo adivino en su mirada un poco triste,
pero siempre tan profunda y tan serena. No sé cómo pedirte por mamá. Pero tú lo sabes, porque entiendes mi silencio y su problema.
Dale un poco de tu fuerza cuando esté cansada. Un poco de tu alegría cuando sufre.
Un poco de tu serenidad cuando esté preocupada por nosotros. Cuídala mucho.
Yo no tengo cosas lindas para darle porque lo más lindo que tengo es ella misma.
Pero le doy mi corazón sencillo y pobre, sincero y generoso, dispuesto a seguir siempre sus consejos.
Y te pido por la mamá de todos los chicos. Y por los chicos que ya no tienen mamá.
Que todos sintamos que tú eres nuestra Madre. Que nos guardas en tu corazón,
que nos tomas de la mano y nos conduces a la Casa del Padre que nos espera.
Madrecita del cielo: caminaremos juntos en la vida, dame un corazón de hijo, límpio y bueno. Y cuando sea grande que tenga siempre un corazón de niño: sencillo y transparente, alegre y generoso.
Para mí y para mí mamá, para todos los chicos, y todas las mamás del mundo,
te pido en este día la ternura dé tu protección, la alegría de tu presencia entre nosotros,
la seguridad de tu bendición, y la delicadeza de tu cariño.
Amén. Que así sea.
Amén. Que así sea.
5. Canciones para el final
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